No escucho este tipo de música, pero me la pasaron y vale la pena compartirlo. Es de Massacre.
viernes, 27 de junio de 2008
Cartas a mí
Limitar mi fórmula a estudiar, A buscar un libro y aprender a amar, Encontrar el tiempo, Superar el miedo. Mi pregunta es quién falló Y qué me impide flotar en este mar. Encontrar la fuerza Que me invite a cambiar Reparar mi alma y empezar a hablar, Postergar los roles, Al romper el molde. Renacer esperando ser yo mismo Y olvidar el papel Que alguién me dio, Renacer esperando ser yo mismo. Olvidar ese papel Que alguien me dio, Y ese guión que alguien Creía apropiado para mí.
No escucho este tipo de música, pero me la pasaron y vale la pena compartirlo. Es de Massacre.
No escucho este tipo de música, pero me la pasaron y vale la pena compartirlo. Es de Massacre.
lunes, 16 de junio de 2008
Lo mismo quiero yo, Rodolfo
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«Las cosas que quiero:
Lilia
mis hijas
el trabajo oscuro que hago
los compañeros
el futuro
los que no obedecen
los que no se rinden
los que piensan y forjan y planean
los que actúan
el análisis claro
la revelación de lo escondido
el método cotidiano
la furia fría
los títulos brillantes de mañana
la alegría de todos
la alegría general que ha de venir un día
la gente abrazándose
la pareja en su amor
la esperanza insobornable
la sumersión en los otros».
RW
viernes, 13 de junio de 2008
Blablabla...

El punto es que vos y yo hubiésemos pateado a esas palomas. Sus pectorales infernalmente inflamados eran una maravillosa tentación al punta pié. Y no lo hicimos.
El otro día, en Retiro. ¿Te acordás? Hubiésemos subido algo así como 5 o 6 o 7 pisos para ver el río desde la Torre Inglesa, o la Torre de los Ingleses, qué importa. Vos y yo detestamos los rótulos. Caminamos 10 cuadras. El sol pesaba en tu espalda y en mis hombros. Caminamos entre piedras y entre agrias palabras de reconocimiento. Y resulta que la puerta de entrada estaba cerrada. Entonces, no subimos.
Pero seguro que no recordás aquella tarde en la plaza perdida del barrio coqueto del lugar que no sé cómo se llama. Tarde apretada de viento y de apuro por vernos y por cumplir con lo nuestro, todo al mismo tiempo. Tarde serena por tu mirada. Silencio. Comentario. Hacernos los tontos y continuar. Me quedé callada, justo cuando debía hablar. Te hiciste el que no te habías dado cuenta que yo sí te había escuchado.
Entonces, yo me pregunto miedo a qué le tenemos. ¿Miedo a patear? ¿Miedo a subir? Miedo a reventar. Miedo a bajar. Miedo a amar.
El otro día, en Retiro. ¿Te acordás? Hubiésemos subido algo así como 5 o 6 o 7 pisos para ver el río desde la Torre Inglesa, o la Torre de los Ingleses, qué importa. Vos y yo detestamos los rótulos. Caminamos 10 cuadras. El sol pesaba en tu espalda y en mis hombros. Caminamos entre piedras y entre agrias palabras de reconocimiento. Y resulta que la puerta de entrada estaba cerrada. Entonces, no subimos.
Pero seguro que no recordás aquella tarde en la plaza perdida del barrio coqueto del lugar que no sé cómo se llama. Tarde apretada de viento y de apuro por vernos y por cumplir con lo nuestro, todo al mismo tiempo. Tarde serena por tu mirada. Silencio. Comentario. Hacernos los tontos y continuar. Me quedé callada, justo cuando debía hablar. Te hiciste el que no te habías dado cuenta que yo sí te había escuchado.
Entonces, yo me pregunto miedo a qué le tenemos. ¿Miedo a patear? ¿Miedo a subir? Miedo a reventar. Miedo a bajar. Miedo a amar.
Típica tarde de misa
Estamos obligados a responder.
Obligados a hablar.
Obligados a interactuar.
Obligados a salir.
¿Para qué todo este espectáculo de gente sin rostros?
¿Para qué todo este rejunte de personas sin caras ni conciencias?
¿Para qué este show de caretas?
Si estamos acá, sentados y pequeños, en la oscuridad.
Programación revelada.
Nada que pensar.
Nada que recordar o imaginar.
Nada que leer.
Todo que escribir.
Todo es demasiado si no se puede hablar.
Vos sos demasiado si no se puede hablar.
Marianela Aladio
Obligados a hablar.
Obligados a interactuar.
Obligados a salir.
¿Para qué todo este espectáculo de gente sin rostros?
¿Para qué todo este rejunte de personas sin caras ni conciencias?
¿Para qué este show de caretas?
Si estamos acá, sentados y pequeños, en la oscuridad.
Programación revelada.
Nada que pensar.
Nada que recordar o imaginar.
Nada que leer.
Todo que escribir.
Todo es demasiado si no se puede hablar.
Vos sos demasiado si no se puede hablar.
Marianela Aladio
Sin título
Apago el cigarrillo y escribo rápidamente, antes que estas palabras se esfumen de un modo tan veloz como el humo que despido entre estos labios míos, secos, cortados por el frío de Buenos Aires y de tu
ausencia.
Y es que recuerdo esa hora en que nos detuvimos en el tiempo, quizás por unos minutos, quizás por años... ¡No sé! Para mí fue un momento no meditado-exacto en que nos hundimos en el barro de la
verdad.
Creo que ni mis pobres libros de historia ni mis apuntes apilados por 6 años podían sacarnos de allí. Ni siquiera tus manos
blancas,
sujetándome fuerte y cálidamente en ese bar ignoto de San Telmo. Tengo tan presente tus ojos profundos, llenos de
peronismo
y justicia,
mirándome con culpa y con piedad, que nada de lo que ocurre fuera de esa imagen sellada en mi mente importa.
Te has llevado mi verdad. Me has dejado tu
ausencia,
el frío
y el humo.
Marianela Aladio
ausencia.
Y es que recuerdo esa hora en que nos detuvimos en el tiempo, quizás por unos minutos, quizás por años... ¡No sé! Para mí fue un momento no meditado-exacto en que nos hundimos en el barro de la
verdad.
Creo que ni mis pobres libros de historia ni mis apuntes apilados por 6 años podían sacarnos de allí. Ni siquiera tus manos
blancas,
sujetándome fuerte y cálidamente en ese bar ignoto de San Telmo. Tengo tan presente tus ojos profundos, llenos de
peronismo
y justicia,
mirándome con culpa y con piedad, que nada de lo que ocurre fuera de esa imagen sellada en mi mente importa.
Te has llevado mi verdad. Me has dejado tu
ausencia,
el frío
y el humo.
Marianela Aladio
Esperantopía
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